martes, 27 de septiembre de 2011

Sombras en la noche (XCVII)


Quizá, la vida y el éxito multiadjetivable pero sin nombre asociada a la primera fueran una cuestión de mera fuerza. Tal afirmación le parecía a priori y teóricamente; la pura expresión conceptual de un maquiavelismo egoístamente cruel y atroz.

Sin embargo, las leyes de la física y demás útiles idioteces a las que somete la humanidad sostenían que de nada sirve hablar bien y claro para ser escuchado, simplemente basta con hablar fuerte o alto. Asimismo, el más respetado, era el más temido, es decir, el más fuerte; y por tener estas dos cualidades era también el más poderoso, esto es, el más libre.
Incluso con las féminas esto daba sus frutos, ellas adorarían al más bizarro; e incluso si se fuese débil, cobarde y pusilánime bastaría con insistir vigorosamente.

Por ello, a la hora de la verdad; (pese a estar en plena hipócrita oposición a su conciencia)  él ni siquiera dudaba en chillar, molestar o meter una hostia. 

viernes, 23 de septiembre de 2011

Sombras en la noche (XCVI)

La represión del fondo de la voluntad de las personas es la clave psicológica del ser humano.

La voluntad humana antes mentada es el arma más poderosa del universo por insaciable, insatisfacible y por tanto, infeliz. Nunca podremos dejar de querer algo. No obstante, abolir la voluntad sería humano. Dejarla flotar libremente, anárquico. Anárquico sí, y suicida también.

Por ello, deberíamos querer siempre algo imposible, especulando y soñando siempre con la posibilidad ficticia de alcanzarlo. Vivir en una mentira. O tal vez conformarnos sencilla y simplemente con lo que tenemos.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Sombras en la noche (XCV)

Coincidíamos ambos en que la ciencia útil y el arte su antónimo. Sin embargo, yo mantenía extrañado que pese a su inutilidad, el arte valía más que la ciencia (por algo anteriormente explicado). Él me respondía que ni yo podría por mi animal condición vivir de manifestaciones de la belleza de la mente (fondo) trasformada por la mano (forma) humana. Y es así como quiero que me recuerden, como a un soñador para el cual la superficialidad de lo bello era lo más profundo de su existencia.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Sombras en la noche (XCIV)

Y es que probablemente, y volviendo al tema anterior, todo esté ya inventado. De este modo, no hay consuelo para el creador salvo el de crear algo a partir de lo ya hecho. De esta manera, la nada está vetada para el hombre.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Sombras en la noche (XCIII)

Al fin y al cabo siempre hubo y habrá una primera vez. Morir virgen era un desprecio a los placeres de la experiencia y una apología a la fingida cobardía. Pero esto no va por los derroteros que ustedes sopesan. Todo lo contrario. Esto me conduce a creer que el total del saber humano (dicho muy gravemente) es autodidacta en su esencia y plagiador en su total conjunto. Y esto es porque la virginidad humana está -ya y cada vez más- muy prostituida. Siempre hubo una primera vez para alguien, para un pionero al que sospechamos plagiador.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Sombras en la noche (XCII)

A él siempre le pareció, o al menos tuvo la impresión de que los hombres (y mujeres) soberbios y tendentes a demostrar(se) que eran mejores en cuanto hacían poseían en el fondo una inseguridad pusilánime que contrastaba fuertemente con la magnanimidad superior que pretendían demostrar. Tales eran los nociones de psicología autodidacta en las que acaso algún avezado experto hubiera reparado previamente.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Sombras en la noche (XCI)

La calle, ese espacio abierto donde confluían toda clase de individuos, era el escenario más directo y accesible para quién quisiera aprender las peculiaridades de la vida; los caprichos y normas del mundo. Y para quién no, ese potentísimo somnífero, esa droga abstrayente que hacía del mundo interior del hombre una realidad veraz y de la realidad una amable utopía, la ignorancia.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Sombras en la noche (XC)

¡Oh el tiempo! Ese gran jodido tema filosófico. Éramos niños hasta que de una maldita vez nos dábamos cuenta de que éramos más viejos de lo que quisiéramos ser.

¡Oh el tiempo! Esa sucesión interminable e infatigable de días, de noches,  de soles y lunas, mañanas y tardes, alegrías y angustias. Y es que definitivamente, no había nada fuera del tiempo. Ni nada que pudiera permanecer por siempre dentro de él.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Sombras en la noche (LXXXIX)

Él podía perfectamente hablar y demostrar hábilmente su elocuencia. Podía dar un discurso que los dejara pasmados y conscientes de su ignorancia. "¿Para qué?" solía preguntarse. Y mientras permanecía sentado, escuchando, oyendo, personalizando, dándose cuenta, callado, sin dar signos de vida, crepuscular. Sí, él fue aquel hombre que parecía no saber nada.