domingo, 31 de julio de 2011

Sombras en la noche (LXXX)


Un paisaje delicioso, una figura armónica, una idea fantasiosamente fantástica, un sueño incomprensible al que intentar recordar lo(gi)camente sin éxito, una sonrisa de buenos días y un silencio de medianoche. Una mirada cómplice al levantar la vista del papel. Un líder al que seguir sin darse cuenta, un camino fatigante que fuera cada día distinto, una luz cegadora que nos impidiera ver la realidad, una metáfora genial que desde una imagen momentánea nos hiciera ver una realidad eterna. Cosas así.

viernes, 29 de julio de 2011

Sombras en la noche (LXXVII)



El otro día entró al club, un tío parecido a mí. Con el que me siento identificado. Me gusta observarlo y analizar nuestros paralelismos. Y diferencias. Tengo la certeza de que él hace exactamente lo mismo conmigo. A veces, siente una inquietud amarga e infeliz interior que emboza magistralmente al ver como los demás se divierten y él no. No es sólo el entretenimiento ajeno y el aburrimiento propio –diríase que este hecho es hasta fútil-  sino la envidia de los demás, un pecado mortal, el querer ser el otro y hacer lo que hace el otro sin dejar de ser uno mismo. Una cosa extrañísima pero tan real como la anarquía limitante de la raza negra.

jueves, 28 de julio de 2011

Sombras en la noche (LXXVI)


¿Hacía donde iría? Tal vez me importara. Empero, estaba demasiado cansado para seguirla –como había hecho en muchas ocasiones inútilmente con otras mujeres en cuya mirada (y cuerpo) encontraba algo interesante -.

sábado, 23 de julio de 2011

Sombras en la noche (LXXV)


No obstante, en esa fuga de la normalidad hacia un terreno sin convencionalismos, hecho a la medida de mi manera.

-          Una vida fabricada por quién la vive, che. Algo utópico ajeno a toda circunstancia –pensé mientras miraba el suave meneo de un culo femenino joven y bello que se movía encerrado en unos vaqueros al andar apresuradamente.
                                                                                                 

jueves, 21 de julio de 2011

Sombras en la noche (LXXIV)


Déjame ver lo que yo quiera. ¿No eras tú el de la apología de la libertad?
En aquel verano, mi tiempo era llenado por silencios de soledades; por soledades de silencios. Aquel vacío solo podía ser colmado por manifestaciones artísticas de valor extraordinario. Era otra vez una huida. Una escapada de las miserias. Y sobre todo de los miserables. Aunque también del tedio y la incomodidad de compartir instantes con el prójimo. Parecía que soledad era un sinónimo algo amargo e incompartible de libertad. Sin embargo, sólo solo podía pasearme desnudo por casa, poner la música alta, comer a las cuatro, beber vodka sentado en el sofá o tirarme un buen pedo en la cocina.

lunes, 18 de julio de 2011

Sombras en la noche (LXXIII)


Pero, ¿por qué había de morirme?, ¿por qué no viviría para siempre? Posiblemente, ser eterno fuera una desgracia. Imaginen a un tipo con las enfermedades propias de los años cumpliendo quinientas primaveras. Sería asqueroso, pasaría la mayor parte de su vida inmóvil y teniendo que ser asistido hasta para respirar. Y lo peor es que el problema jamás tendría fin.
                                     
-          Che, yo me refiero a una eternidad amable. Hasta el punto de ser siempre joven, por dentro y por fuera. De que el tiempo solamente transcurriera en el exterior.
-          Sabes bien que eso es una quimera.
-          Como casi todo lo bueno.
-          Pero aquí estamos para expresar lo que vivimos. Es decir, las realidades.
-          ¿Por qué? No vengas a joderme. Prefiero mis fantasías. Es más, la fantasía es una parte de la realidad.
-          Una parte falsa e imaginaria.
-          Si, pero una parte perfecta. Un mundo hecho a la medida de tu voluntad. A la forma de tu deseo.
-          Estás hablando de un opio del pueblo –empleando la metáfora marxista- que te impide ver aquello que es real.

jueves, 14 de julio de 2011

Sombras en la noche (LXXII)


En esos soleadísimos días, ella se enojó conmigo porque pasaba más que nunca y sobre lo habitual y permisible de ella. Y lo demostró pagando con la misma moneda, con la cara de la indiferencia. Mas en el fondo sabía que yo era irrepetible, singularísimo, original, un tipo de loco que se extinguiría al morirme.

martes, 12 de julio de 2011

Sombras en la noche (LXXI)


Razic creía firmemente en los principios libertarios ultraderechistas basándose en la evidencia de que nadie es igual que nadie aunque pertenezcamos a la misma especie, necesitándonos principalmente para procrear.

También solía decir que la situación actual referente al poder o política en la que vivimos era una mezcla vulgar de ambas actuando cada uno según conveniese orientándose sin saberlo hacia una vertiente u otra. Desde el club, él pretendía abrir una ventana a la inmensidad de la verdadera libertad que proclamaba dando su ejemplo. Repetía que era el Mesías del nuevo anarquismo.

sábado, 9 de julio de 2011

Sombras en la noche (LXX)


Por el otro lado, la derecha sería sinónimo de libertad –muy alejada del conservadurismo y próxima a un anarcocapitalismo-. Esta postura era opuestamente contraria a la anterior ya que el concepto libertad, es antónimo del de equidad. Es bruscamente imposible estar planificado por el estado y a la misma vez hacer lo que te dé la gana. Ahora bien, el susodicho sistema se abolía a sí mismo, ya que los ciudadanos jamás escogerían libremente la opción de pagar impuestos –que no voluntarios- creando una destrucción asimismo de toda sociedad basada en unos principios a respetar. No habría por tanto bases, ni leyes o convenciones humanas que cumplir. Al fin, el hombre se vería liberado al ser reestablecida la ley anti-leyes; la ley de la jungla. En este estado natural –empleando la denominación propia de los filósofos pre-ilustrados como Rosseau, Locke o Hobbes- se efectuaría una selección natural de la especie humana bajo el lema: Only the strong survive.  De este modo, no habría piedad y la vida del hombre carecería de todo valor objetivo. Tan fácil y aceptado (por la propia norma que excluía cualquier normativa) sería aplastar a una cucaracha como acuchillar a un hermano. Si esta suposición se diera, el humano no haría sino retroceder milenios para reencontrarse con su utopía.