martes, 29 de abril de 2014

Sombras en la noche (CXIX)

Después de una noche de desenfreno mitad sucia mitad romántica, propia del bizarro romanticismo que a veces Mario hacia gala; ella inquirió:

- ¿Qué somos... novios, amigos con derecho a roce?

Tras una prudente pausa flemática Mario Danilo responde:

- Roce con derecho a amigos.

Ella soltó una carcajada y le dio un cachetazo intentando fingir de la peor manera posible que no era una fácil presa de Mario.

Mario tras otra prudente pausa la miró, sonrió y le agarro con fuerza un seno. Ella cerró los ojos y asió agitándole toda la...


domingo, 6 de abril de 2014

Sombras en la noche (CXVIII)

Tras aquella amable sonrisa se escondía un grito de desesperación tapado por esporádicos gemidos de placer y alguna que otra estúpida carcajada de borracha.

Seriamente Mario la miró, ella devolvió la mirada y sonrió mirando para otro lado para no querer prolongarla.

Ella esperaba a Mario y Mario no tenía ganas de esperar...

viernes, 4 de abril de 2014

Sombras en la noche (CXVII)

Buscaba, esta vez de forma paciente, la inspiración nuestro Mario Danilo en una noche de esas en las que el tiempo pasa muy lento.

Tanto, que hasta la respiración se obstruía, el aire se paralizaba y la conciencia era plena.

Y, ¡paammmmmmm!

Las pupilas se dilataban como si el cerebro se abriera para vertirse, en menos de un minuto el duende había llegado a su cabeza de la que un roñoso bolígrafo no era más que una extensión asida con saña.

Pero, la magia orgásmica de la inspiración había caído demasiado rápido; la propia naturaleza del gozo hace que la conciencia que tenemos de él sea instantánea.


¿Quién demonios va a mirar un maldito reloj mientras se corre?

jueves, 3 de abril de 2014

Sombras en la noche (CXVI)

De aquella chica nórdica guardaba Mario Daniel un recuerdo simpático a la vez que una sensación de incompletitud.

Era acaso imposible tener una relación de amistad ordinaria con una mujer a la que bien jodía si esta fuese mediterránea.

Tras esa sonrisa quizá verosímil de superior perfección se hallaba la intención lícita pero egoísta y algo desalmada de vivir probándolo todo al gusto sin dar cuentas de nada a nadie; y sin estar dispuesta a dejar surgir un vínculo que lo permitiera.