Sentado al sol del parque leyendo un tabloide sensacionalista inglés con un porrito en la mano Mario oyó a un viejo decirle a uno que no lo era:
- Si vos vivís toda la vida haciendo lo que te conviene, vas a tener una vida remiserable. Mirá groncho cabezón, la única satisfacción que vas a poder tener a mi edad cuando seas un estorbo inútil e imposibilitado es haber sido coherente con lo que pensás.
Tirado el pocho y el diario, Mario caminó asustado de vuelta a casa para comer pensando que tal vez esa gilipollez amviciosa -permítaseme la falta- de tener las cosas claras y saber siempre adónde ir era una renuncia a la belleza y el placer de ser un nómada deambulante.
En definitiva, la gente que sabía exactamente a dónde iba nunca descubrirá nada. Todo lo que había en el camino eran como obstáculos que deben a superar para llegar donde querían llegar, y resulta que en los obstáculos estaba toda la aventura de de vivir.
Y ya todos sabemos -o deberíamos- que toda renuncia a vivir, toda renuncia al atrevimiento es una invitación a la muerte.