martes, 17 de septiembre de 2013

Sombras en la noche (CIV)

Para Mario el fútbol era mejor que la fiesta o el sexo.

No bebía en la previa sino que solamente se dedicaba a platicar apasionadamente sobre aspectos futiles propios del juego.

Cuando llegaba a la tribuna se quedaba prendado del ambiente, del colorido de la hinchada y sus cánticos sin duda más sentidos y vivos que cualquier otra canción de amor. El resultado era  un estatus de evasión absoluta e incomprensible.

El fútbol mutilaba los amargos que psicoló(gi)camente le torturaban como la cocaína la pasiva inactividad.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Sombras en la noche (CIII)

Amaneció y Mario sentía que sobraba en aquel inempático lugar. Pensaba que la cotidianidad de la vida era no menos que absurda. O al menos en una situación dramática.

La monotonía hacía autómatas. La rutina vaciaba, era la antesala de la muerte. Pero ellos, gregarios, seguían con ella como si nada. Mario quiso creer que no comprendían que el tiempo les hacía polvo y que la rutina no era sino la toma de consciencia de que el tiempo existe e importa.

La huida aparecía entonces como la única opción posible. Huir para encontrar siempre un lugar nuevo. Pero, ¿no era el estar huyendo constantemente una otra rutina?


domingo, 8 de septiembre de 2013

Sombras en la noche (CII)

La alegría que sintió al verse libre pronto se vio marchita por un sentimiento de honda soledad.

Mario deambuló hasta el amanecer. Iba sin valijas porque creyó que la irrevicable decisión de romper con el pasado lo era también con las cosas que formaron parte de él.

Entonces cogió una piedra afilada y sobre la corteza de un naranjo en flor inscribió con vehemencia: Palinginesia.

martes, 3 de septiembre de 2013

Sombras en la noche (CI)

Todo comenzó, o mejor dicho empezó a acabar para Mario en una siempre prematura noche de invierno.

Entre la humedad del océano y la pertinaz y aburrida lluvia; el corazón de Mario se hubo acorazado hasta tal punto de no importarle en absoluto matar el sentir de la mujer a la que durante tanto tiempo hubo dedicado todos y cada uno de sus suspiros de pasión y ternura.

La divisa con la que Mario pagaba era la peor de todas las posibles, aquella indiferencia con la que la providencia nos trata cuando el único consuelo posible es un lienzo ya empapado por el llanto.

- Mario, ¿tú me quieres?

- Puffff...Nah- mirando el paisaje por la ventanilla, respondiendo con sumo desdén, sin mirar nunca a unos ojos espectantes cuya indiscutible belleza aumentaba al humedecerse estos-.

- No me digas que no, aunque sea mentira.

- Entonces sí.

Mario soltó en ese momento un par de carcajadas como consciente de que tenía la voluntad de su mujer bajo su más absoluto albedrío. Cada milígramo cúbico de aire que salía de su boca era un puñal en el centro de las entrañas de la pobre joven.

- ¿Sabes Mario? Sólo pienso en ti. No duermo, no como, no vivo. Lo único que hago en las 24 h del día es pensar en ti. A todas horas me pregunto qué estarás haciendo...

Medio sintiendo pena por lo que su mujer le estaba diciendo medio intentando acallar la siempre inoportuna voz de su conciencia que le gritaba que aquel dramático espectáculo lo era sólo por su puta culpa, Mario la besó.

Fue un beso corto mas por encima de cualquier otro adjetivo amargo por cuanto a lo salado. Mario apenas introdujo su luenga lengua cuando se vió obligado a apartarla por el muy desagradable sabor a lágrimas.

- Está bien nena, no te pongas así -chocando la palma de la mano contra su rodilla-, me quedaré esta noche en casa.

El resto del trayecto transcurrió en silencio.

Mario miraba por la ventana pensativamente distraído. Su mujer había cesado de plañir pero en su rostro seguía iluminándose una preocupación creciente.

Todo continuó así hasta que ambos cayeron en la alcoba; nido donde floreció su amor años atrás.

Mario fue atento y encantador como en los primeros días pero asimismo pasionalmente sexual como cuando empezó a sentir confianza con ella.

Todo estaba pensado.

La noche de sexo salvaje dejó a su mujer exhausta, rendida. Dormida.

Mario se fue. Y para no volver jamás.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Vuelta al ruedo

Aquí espero retomar mi actividad ¿"novelística"?. Ha cambiado el sino de mi existencia. He cambiaderes o yo.

Empero.

Hay un poeta del aire y del aro que dice:

"Separó
La naturaleza
El corazón 
Y la cabeza".

Pese a que en este lapso mi cabeza haya decidido caminar por distintos lares; mi corazón sigue latiendo con idéntico ritmo y sentido.

Pero sobre todo por los mismos motivos.

Y ese motivo no es otro que hacerte cómplice a ti -sí, a ti por si no te enteras/no quieres enterarte- de las impresiones, impresionandote con lo impresionante, provocadas por la exhumación de lo más profundo y valioso que hay en mi: el alma.

Goce usted lector de su (in)existencia.