Las luces a cada 10 segundos iluminaban los huesos de su cara.
Acechaba Mario, con cara de interesado, buscando una mirada cómplice. No llegó. Ni falta hizo.
- ¡Qué vestido más feo!
- Feo tú
Mario soltó una carcajada teatralmente excesiva. Acto seguido, la asió suavemente de la nuca y entornando la testa dirigió sus labios a los suyos.
Ella repelió el movimiento.
Mario la miró alejándose con una media sonrisa pícara cabalmente acompañada de una mirada impúdica.
Al instante estaba en sus narices besando a una amiga.
Su rostro cambió.
Al rato tornó Mario.
- ¿Qué tal?
- Muy bien. Aquí bailando con mis amigas.
- ¿Te gusta mi amiga?
- Sí. Muy mona
- A mí no. Ven conmigo
[...]
Acechaba Mario, con cara de interesado, buscando una mirada cómplice. No llegó. Ni falta hizo.
- ¡Qué vestido más feo!
- Feo tú
Mario soltó una carcajada teatralmente excesiva. Acto seguido, la asió suavemente de la nuca y entornando la testa dirigió sus labios a los suyos.
Ella repelió el movimiento.
Mario la miró alejándose con una media sonrisa pícara cabalmente acompañada de una mirada impúdica.
Al instante estaba en sus narices besando a una amiga.
Su rostro cambió.
Al rato tornó Mario.
- ¿Qué tal?
- Muy bien. Aquí bailando con mis amigas.
- ¿Te gusta mi amiga?
- Sí. Muy mona
- A mí no. Ven conmigo
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