Charcos de sangre, mil y un gemidos. Alcobas de orgías continuas.
Y él, rey moro, yacía tumbado. Depresivo. Nada podía consolarle. Ningún placer humano. Solo la muerte.
Y él, rey moro, yacía tumbado. Depresivo. Nada podía consolarle. Ningún placer humano. Solo la muerte.