Marlon era un amigote del Mario de las tabernas.
Zambo, era cabo de la Unidad Militar de Emergencias.
El orvallo, la niebla y la obscuridad de la noche teñían de negro a la otrora soleada y alegre capital del reino. Presagio de que la pandemia iba a hacer estragos.
Nueva Numancia, 3 de la mañana. Una señora india movía los dos brazos en señal de socorro. Le indicó que tenía vecinos que no daban signos de de vida.
Marlon entró solo al humilde bloque, bajo y estrecho. Hormigón ligero y ladrillo rojo. El yugo y las flechas en la placa de la puerta. Instituto Nacional de la Vivienda.
Segunda planta, olor a cadáver. En el salón un vómito de sangre.
Lágrimas de plomo y silencio borboteaban de sus ojos.
El Estado había desaparecido. Quizá el viejo era una rémora, un estorbo.
Una muerte postmodernista. Solitaria, umbría, desarraigada del yugo familiar, del hilo de la vida natural y verdadera.
Lo subió al Jeep envuelto en bolsas de basura.
Zambo, era cabo de la Unidad Militar de Emergencias.
El orvallo, la niebla y la obscuridad de la noche teñían de negro a la otrora soleada y alegre capital del reino. Presagio de que la pandemia iba a hacer estragos.
Nueva Numancia, 3 de la mañana. Una señora india movía los dos brazos en señal de socorro. Le indicó que tenía vecinos que no daban signos de de vida.
Marlon entró solo al humilde bloque, bajo y estrecho. Hormigón ligero y ladrillo rojo. El yugo y las flechas en la placa de la puerta. Instituto Nacional de la Vivienda.
Segunda planta, olor a cadáver. En el salón un vómito de sangre.
Lágrimas de plomo y silencio borboteaban de sus ojos.
El Estado había desaparecido. Quizá el viejo era una rémora, un estorbo.
Una muerte postmodernista. Solitaria, umbría, desarraigada del yugo familiar, del hilo de la vida natural y verdadera.
Lo subió al Jeep envuelto en bolsas de basura.