miércoles, 25 de marzo de 2020

Sombras en la Noche (CXLIX)

Su sonrisa y toda ella entera, era nieve blanca y pura que el quería trocar en una cascada de agua cristalina para beber y bañarse embriagado de la excelsa sustancia del amor.

Ella, circunspecta, puso cara de sorpresa; nunca hubiera imaginado su aparición al salir de clase.

-¿Un café?
-Vale.

Prosiguió Mario la plática en la que por cerca de 30 minutos le estuvo hablando de asuntos profesionales. La dulce joven escuchaba atentamente más por buena educación que por verdadero interés.

Sentado en la terraza tras dar un sorbo al café, Mario Daniel fue consciente de la necesidad de dotar a la conversación de otro cariz, más sentimental y profundo.

- ¿Sabes? Hay momentos en los que, al decir verdad, la conciencia de la soledad espiritual en la que vivo me hace temblar. No estoy ya para veleidades de juventud sino que mi deseo es encontrar una mujer que me complemente y complete como hombre.

A la joven le cambió la cara. Astutamente siguió con una mirada intensa los ojos de Mario Daniel sin duda con el objeto de ver cuánta verdad había en sus palabras.