Una y mil vueltas en la cama. Y el deseo de quedarse quieto sobre ella.
Las cavilaciones eran cada vez más insoportables e intensas. Nefandos eran los recuerdos que la autosugestión iba desfigurado abominablemente
El reloj avanzaba lento pero inexorable. La hora de levantarse a cumplir con el deber se aproximaba.
Mario se levantó y bebió un vaso de agua. En ese momento una luz blanca centelleante le deslumbró. Aturdido, cayó rendido en el sofá victoriano con la decomisura de los labios ligeramente alzada.
Durmió y soñó plácidamente hasta que bien entrada la mañana un haz de luz solar se posó sobre su corionilla.
"El fulgor del amor y no otra cosa, es lo que me ha dado serenidad y esperanza" - pensó.
Las cavilaciones eran cada vez más insoportables e intensas. Nefandos eran los recuerdos que la autosugestión iba desfigurado abominablemente
El reloj avanzaba lento pero inexorable. La hora de levantarse a cumplir con el deber se aproximaba.
Mario se levantó y bebió un vaso de agua. En ese momento una luz blanca centelleante le deslumbró. Aturdido, cayó rendido en el sofá victoriano con la decomisura de los labios ligeramente alzada.
Durmió y soñó plácidamente hasta que bien entrada la mañana un haz de luz solar se posó sobre su corionilla.
"El fulgor del amor y no otra cosa, es lo que me ha dado serenidad y esperanza" - pensó.