Mario se miraba la mirada en el espejo como verdugo que mira el cadalso. Se sentía inocente de toda culpa y culpable de toda inocencia.
Un chubasco estrepitoso le azoró. A continuación reflexionó sobre la verdad de su sonrisa. Inseguro de que fuera ella y no otra pensó que ese amor era un juego inapropiado y penoso.
Por mor de no perderse entre cavilaciones espantosas la recogió en su coche poco antes de que el rojo del alba tiñiera el horizonte.
No se atrevió a besarla, lo hizo ella. Ignorante de cuánto acontecía al otro lado de sus labios
Un chubasco estrepitoso le azoró. A continuación reflexionó sobre la verdad de su sonrisa. Inseguro de que fuera ella y no otra pensó que ese amor era un juego inapropiado y penoso.
Por mor de no perderse entre cavilaciones espantosas la recogió en su coche poco antes de que el rojo del alba tiñiera el horizonte.
No se atrevió a besarla, lo hizo ella. Ignorante de cuánto acontecía al otro lado de sus labios