El que escribe estas líneas lo
hace desde el convencimiento de que el mejor gobierno es aquel que menos
molesta.
A las personas en general nos
interesa ganar dinero. El máximo posible. Y que nos dejen gastárnoslo como
queramos.
El franquismo ha sido vilipendiado por
muchos. Pero sin duda ha sido la edad de oro española. Nunca en la historia
reciente han existido tantas facilidades para ganar dinero y vivir tranquilo y bien.
Sobre todo a partir de los 60
como luego veremos.
Tras el Plan de Estabilización -del
que hablaremos en la segunda edición de este artículo-, en el plano macro:
-El país creció a un ritmo del 8,7% anual, solo superado por Japón
en esos años.
-La productividad lo hizo al 9%.
-La producción de energía eléctrica se multiplicó por dos, la de acero por dos
y medio y la de automóviles por cuatro.
-Los ingresos por divisas pasaron de 296 a 1.104 millones de dólares; la
balanza de pagos registró un inédito superávit en 1961, y las reservas del
Banco de España, que en 1958 ascendían a 57 millones de dólares, se dispararon
hasta los 1.500 millones seis años después.
-Los salarios crecieron a un ritmo del 10% anual y la inflación se mantuvo entre el 5 y el 9%.
En el micro,
como señala Eslava Galán, “la
cochambrosa sala de estar se transformó en living, a las incómodas sillas de
enea sucedió el tresillo de cretona estampada mixto de skay verde con tachuelas
blancas; el brasero dio paso a la estufa de gas butano; el anafe de soplillo, a
la cocinita de petróleo; el disco de baquelita, al microsurco; los calzoncillos
hasta las rodillas, al braslip; la mastodóntica motocicleta Ossa, a la grácil
Vespa; el carricoche de tracción animal, al motocarro. Llegaron las ollas a
presión, los cacharros de aluminio y acero inoxidable, los fregaderos de
marmolina, las medias de nailon, el tergal inarrugable, las lavadoras
automáticas, el colchón de muelles, las cafeterías con camareras, el plexiglás,
los pisitos a plazos, los bolígrafos...”.