Como han demostrado documentalmente Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García en su libro '1936: Fraude y Violencia',
desde la noche del 16 de febrero del 36, sin esperar a los resultados del
escrutinio, los partidarios de la izquierda tomaron las calles y abrieron
papeletas, falsificaron, tacharon, borraron y rasparon actas electorales. Otras
simplemente desaparecieron.
Calculan que al menos más de 50 escaños no fueron fruto de una competencia electoral pulcra y legal. Si a los 240 asientos se le restan los que se obtuvieron en virtud del pucherazo, las izquierdas solas no habrían llegado al Gobierno.