sábado, 30 de noviembre de 2019

El amor muere

El amor era eso, un estado de embriaguez pasajera.

Caerían sus hojas con el frío del otoño.

Cada año, el amor moría en la brisa vespertina de septiembre.

Pasión secreta

Se unieron en un atardecer eterno para despedirse en un amanecer lejano.

Una pasión secreta, un amor nunca declarado. Fueron entre los juncos. Solo el agua es testigo. La tierra les ignoró.

Abderramán III

Charcos de sangre, mil y un gemidos. Alcobas de orgías continuas.

Y él, rey moro, yacía tumbado. Depresivo. Nada podía consolarle. Ningún placer humano. Solo la muerte.

Ingrimitud

El individuo y su realidad. Qué cosa tan terrible, qué cosa tan universal.

La ansiedad y el amor

La luna tañía en el río acompasando, neutro,  el movimiento de la brisa.

La noche silente, como toneladas de plomo gris, anodino, guillotinaba toda alegría.

Como una flor que flota en un estanque salió ella, una esmeralda fulgurante.

Era el amor.

Ella se quería ir, él no la dejó. Hizo mil y un esfuerzos patéticos para retenerla, hasta que la hizo suya.

Pero, ¿qué hay después del amor?