domingo, 31 de octubre de 2010

Absurdo.


La lluvia se abre camino, más o menos rápidamente, a través de las capas de la ropa. Atraviesa la chaqueta y la camisa con asombrosa facilidad, hasta encontrarse de bruces con la piel. Entonces lluvia y frío se ponen de acuerdo: la lluvia lo empapa todo y el frío tiene el paso libre y te cala por completo, hasta los huesos, hasta el alma. La lluvia y el frío trabajan bien en equipo para invadir a su gusto.

El absurdo lo cala todo, todo lo alcanza, todo lo cubre, todo lo invade. Se expande como un cáncer, sin avisar, en silencio, pero con gran velocidad, corrompiéndolo todo. El absurdo nos domina, dirige nuestro rumbo y capitanea nuestro destino. Preside nuestra existencia, le da sentido a nuestra vida, explica lo inexplicable y justifica lo atroz. Teje nuestro discurso del mismo modo que construye, idea por idea, todos nuestros pensamientos, actitudes, acciones, reacciones, afectos y odios. El absurdo es tan absurdo que resulta imprescindible.

sábado, 30 de octubre de 2010

Versos rotos.

- Vaya nombre raro, ¿no?
- ¿Nombre raro por qué?
- No sé, versos rotos, versos rotos... suena como... no sé.
- ¿A qué suena?
- No estoy seguro.
- Pero ¿suena o no suena bien?
- Suena bien. No sé, tiene algo.
- ¿Y entonces?
- Bueno, el problema es que no sé qué coño son los versos rotos.
- ¿Los versos rotos?
- Sí.
- Los versos rotos no son más que una sucesión de frases.
- Una sucesión de frases...
- Sí. Empiezas a leer una serie de frases, una detrás de otra.
- ¿Y bien?
- Y a medida que lo vas leyendo parece que puede llegar a ser algo interesante.
- Entiendo.
- Lees, lees, y sigues leyendo.
- ¿Y al final?
- Al final terminas de leerlo. Y descubres algo muy interesante.
- ¿Qué descubres?
- Que no te aportan nada. Que has perdido el tiempo y que es basura.
- Vaya.
- Sin embargo...
- ¿Sin embargo?
- Sin embargo lees otro. Y otro, y otro, y otro. Y, aunque siguen, y seguirán sin aportarte nada... tú seguirás leyendo.
- ¿Por qué, maldita sea?
- Pues porque tienen algo. No sabes qué es. Pero eso da igual. Seguirás leyéndolos.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Sombras en la noche (XII)

En aquellos días, todo era molestamente modesto modestamente molesto; como la vez que me quedé sentado en el piso escuchándolas secretamente (a ella y a una amiga) hablar sobre mí.


- Ese tío está colgado.

- ¿Tú crees? A mí me parece todo lo contrario. Él ve cosas que tú y yo nunca veremos.

- Está grillado créeme. Pero me gusta su forma de vivir y ver la vida.

- Tiene algo de delirio y algo de tragedia.

Y leyendo la entrada al infierno de Virgilio me propuse a decidirme; a ir a por ella a rostro descubierto. Queda claro que mi intención era dejarnos de tonteos y conquistar su corazón –qué tonterías digo- para que ella reviviera el mío, para que ella me dibujara las ojeras con carboncillo, me desafinara en el desayuno y me confesara que tenía miedo de madrugada a cosas innombrables, a misterios que nadie más que ella podía comprender.



Y para el ávido y sagaz lector queda claro que atendiendo a mi condición humana fracasé en todo propósito de compartir algo de mi existencia (quimera para casi todo mortal) con ella. Me dijo que no iba a dejar a su novio bajo ningún concepto y que yo estaba bien para pasar el rato, sin posibilidad de transgredir ese límite; papel al que me acomodo sin ningún tipo de complicaciones.



Ahora, acaso tengo la certeza de que ella también lo hubo meditado. Y tenía dudas. No obstante, prefirió caminar sobre seguro quedándose como estaba a acometer aventuras y desventuras junto a mí. Y es que estoy loquísimo. O al menos eso dicen de mí.



No crean que esto no me dolió, no crean que me dolió sobremanera. Sería absurdo calificar de desventura amorosa algo que adolece de amor. Simplemente fue un experimento, deseado eso sí en el que jugaron sentimientos profundos mas no el que ilumina todo proyecto –fallido- de vida humana.



Y todas las cosas que vivo (esta en especial) no hacen más que acrecentar mi esquizofrenia, la música que escucho, los libros que leo, el cine que trago, etc. Sin embargo, sólo basta que pasado el ocaso, ella me vuelva a pasar la mano por el pecho para devolverme a un estado de ensueño, primigenio, pueril.

martes, 26 de octubre de 2010

Diálogos


- Supongo que me pongo triste, pero no por mucho rato. Me miro en el espejo y digo: 'vaya un cabrón tan guapo que estás hecho´.

- La casa me agobia, así que salgo a la calle con prisas, sin razón alguna, salir por salir. Y una vez fuera veo tanta luz, tanto sol, tanta gente risueña y me pregunto: "¿qué coño haré yo aquí?"

- Porque construíamos ficción, pero empleábamos para ello las fibras con las que está tejida la realidad. Por eso vivíamos, por eso salíamos a la calle a contemplar, a vivir, a beber: para poder escribir sobre ello. Y tanto que escribíamos...

Mi cumpleaños es el viernes, Manolo, pero gracias

- Y tanto que escribiamos se fue al carajo por no saber escribirlo, por no saber plasmar en un papel lo que teniamos en el estomago que nos marchitaba, que nos hacia viejos, que nos hacia sentir como perros que sufren la ausencia del amo.

- Y querer vomitarlo todo, querer vomitarlo sobre un folio en blanco. Y no poder, y ser incapaces de hacer desembocar ese río de caudal inmenso y cauce tan limitado. Y explotar como la balsa de Aznalcóllar, explotar y mancharlo todo de sangre, de ácido, de existencia, por todas partes. De existencia que fluye y que no significa nada. De vida que se desaprovecha constantemente.

martes, 19 de octubre de 2010

Estamos aquí para quedarnos. Y para darle la vuelta a todo.

Nosotros, los maestros de la ficción, los que hemos venido aquí a destruírlo todo para volver a reconstruírlo. El filósofo artista que reclamaba Friedric Nietzsche existe.

domingo, 17 de octubre de 2010

Viviendo en el ocaso

Viviendo en el ocaso






Allá en el ocaso, la locura vino a tu cabeza
Empezaste a sentir delirios
Mientras el mundo daba vueltas
Y viste que nuestro destino
Eran litronas de cerveza
Y viste que nuestro camino
Se desvanecía en cada espera.


Allá lejos en el ocaso, creíste hallar el amor
Y entre la sangre de la corona de Cristo
Buscaste en vano a Dios
Y soñando el séptimo cielo
Encontraste marchita una flor
Y clamando en la tenebrosa Iglesia
Supiste que no habría salvación.



Acá cerca en el ocaso, perdiste para siempre la fe
Y mirando la luz de las estrellas
Partió todo lo que parecías tener
Y caminando de nuevo sin rumbo
Dejaste a tu orgullo desaparecer
Y leyendo tu viejo diario
Viviste lo que no quiso ser.


Acá ahora en el ocaso, tus sueños son solo poemas
Y las canciones que siempre escuchas
Las sientes correr por tus venas
Y la sombra que al Sol emites
Es el cuerpo en el que te encierras
Y las mentiras que acaso dijiste
Son los deseos que más anhelas.


Allá en el lontano ocaso, los sueños son realidad
Y la muerte es un quimera
Y el tiempo no va con maldad
La verdad nadie la tiene
Y no hay felicidad
Toda certeza es contradictoria
Y todo dolor necesidad.


Aquí a las puertas del ocaso, nadie está aún vivo
Y la vida que escribí
Es mi alma que se ha ido
Y las palabras que una vez te dije
Son ya parte del olvido
Y el futuro que quisimos
Murió sin haber sido.



Allí cantando en el ocaso, nada podía existir
Y todo lo que hube conocido
Me mataba por querer morir
Y me dices que soy extraterrestre
Que sueña con ser astronauta
Y vivo sin encontrar el camino
Por el que quiero ir
Y vivo sin hallar la vida
Que desearía vivir.



Allá en la oscuridad del ocaso, no hay placer sin dolor
Y los suspiros que se escuchan
Son gritos de desesperación
Y los versos que recitas
Son como polvos sin condón
Y aquello que los cementerios esconden
Es la historia desecha en un cajón.



Acá bajo la luz del ocaso, el Sol no volverá a brillar
Y las sombras que nos rodean
Son el momento que al venir se va
Y las heridas que veo en tu rostro
Son la gloria que quisiste alcanzar
Y la ira que leo en tu mirada
Es la realidad que destruyó tu voluntad



Viviendo en el ocaso, las palabras parecen sobrar
Y nosotros, soñadores muertos
Condenados por siempre a fracasar
Y que fantaseando con las letras
En existencia mortal buscamos eternidad
Y al fin de todo niños
Que sin éxito intentan recuperar
El fulgor de los instantes
Donde la fantasía era real.

martes, 12 de octubre de 2010

Sombras en la noche (XI)

Mi amigo al leer esto, se sorprende y me dice:


- De verdad Manú, tú nunca me cuentas tus cosas.

- Los esquizotímicos no solemos hacerlo.

- Esas gilipolleces de la psicología. Una ciencia absurda, de locos. La mayoría de los que la estudian lo hacen para curarse a sí mismos.

- ¿A quién le escuchaste eso?

- A mi padre. Él sabe más de la vida que tú y que yo; él ha visto más cosas. Él ha vivido mucho más.

- Tu padre, mi padre, tu madre, mi madre, mi familia, nuestras familias (pensando lentamente). A veces me parece que nuestras vidas están ya escritas; estamos como predeterminados a conocer a alguien, casarnos, tener hijos y formar una familia como lo hicieron nuestros padres y los padres de nuestros padres y los padres de los padres de nuestros padres…

- Pues a mí no me desagrada la idea; es una ilusión que me queda por cumplir. Compartir tu vida con alguien y tener descendientes, partes de ti, sucesores, gente de tu sangre es muy bonito. Y es también bello envejecer juntos y verlos crecer; y sentirse arropado siempre por tu gente.

- ¡Pero qué mariconadas dices! No quedamos en que el amor era efímero y problemático. Tener hijos para qué, criar cuervos para que te saquen los ojos. ¿O es que a ti te importa lo que te dicen tus padres? ¿O es que tú no te diriges a ellos nada más que para sacarles dinero?

- Tú y tu mentalidad mal pensada. ¡Qué tío más desconfiado! Cuando hablo con alguien, nada más mirarlo, me dices:”no te fíes de este” (con voz azarosa). No me extraña que así no tengas ni hagas muchos amigos.

- Pocos pero buenos, tanto que nunca fallan. Tú eres tan confiado que luego te la suelen meter doblada. Y después te enfadas y te arrepientes. De todos modos no suelo equivocarme, eh.

lunes, 11 de octubre de 2010

Sombras en la noche (X)

Finalmente, y en medio de grandes silencios; ella y yo y yo y ella terminamos por enamorarnos de alguna manera (nadie se puede enamorar de ninguna manera) construyendo algo sui generis. Nos echábamos de menos sin tener la valentía suficiente para admitirlo. Nos tocábamos, nos besábamos como sombras en la noche que se confunden en medio de la oscuridad excusándonos, diciéndonos el uno al otro que apenas sentíamos nada; que aquello era un juego, una chiquillada, una coincidencia tempo-espacial, un devaneo lánguido que desaparecía (maldita palabra, maldito verbo, maldita irrealidad abstracta, maldito sueño esfumable) al llegar la lumbre canícula del Sol estival.


Lo cierto es que a ella le molestaba que yo desapareciera y me recluyera en mí mismo -frente a lo que pudiera parecer- y a mí me irritaba, pese a mí disimulo que toda fémina con agudo instinto femenino acertaba en desmentir, que se fuera por ahí con su novio.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Sombras en la noche (IX)

Slide away, vanish, disappear, fade away, go missing, go away. Palabras que reflejan una misma realidad: el desaparecer, el perderse.



-Los sinónimos son inútiles y tan solo sirven para complicarnos el lenguaje y la vida. Salvo cuando contienen en sí un matiz que los hace diferentes de sus semejantes. Entonces dejan de ser sinónimos. ¿Pero que querías decir con lo del vanish?

-Que me gustaría perderme por el mundo con una mujer a quien verdaderamente amara.

-¿Por qué dices verdaderamente, es que se puede amar falsamente?

- Qué jodido eres. Para embellecer la lengua expletivamente. Pues claro que no. Y si lo sabes, ¿para qué preguntas? Me estoy cansando de discutir contigo tío. Te voy a dar siempre la razón como en los viejos tiempos, como cuando intentaba ganarte la confianza.

- Así me gusta. Aquellos tiempos en los que hablábamos más porque me escuchabas y te interesabas. Quizá entonces fuéramos más amigos.

- Vos sabes que la amistad y el amor son efímeros (con acento uruguayo)

- Tú sabés –contradiciéndose- que todo es blanco o negro. O Sevilla o Betis. O Madrid o Barça. O PP o PSOE. O Rajoy o Zapatero. O Franco o República. O te quiero (cambiando de tema como un delirante) o no. Te amo y te odio por amarte, por ser yo dependiente de tu amor, porque me importas demasiado, porque sin ti no podría seguir viviendo.

- ¿Me lo dices a mí? (interrumpiendo).

- (Altas carcajadas). Tú me importas, porque eres un buen colega, pero con todos los respetos, no te amo, no me estremezco al tenerte cerca.

- Eso espero.