martes, 12 de octubre de 2010

Sombras en la noche (XI)

Mi amigo al leer esto, se sorprende y me dice:


- De verdad Manú, tú nunca me cuentas tus cosas.

- Los esquizotímicos no solemos hacerlo.

- Esas gilipolleces de la psicología. Una ciencia absurda, de locos. La mayoría de los que la estudian lo hacen para curarse a sí mismos.

- ¿A quién le escuchaste eso?

- A mi padre. Él sabe más de la vida que tú y que yo; él ha visto más cosas. Él ha vivido mucho más.

- Tu padre, mi padre, tu madre, mi madre, mi familia, nuestras familias (pensando lentamente). A veces me parece que nuestras vidas están ya escritas; estamos como predeterminados a conocer a alguien, casarnos, tener hijos y formar una familia como lo hicieron nuestros padres y los padres de nuestros padres y los padres de los padres de nuestros padres…

- Pues a mí no me desagrada la idea; es una ilusión que me queda por cumplir. Compartir tu vida con alguien y tener descendientes, partes de ti, sucesores, gente de tu sangre es muy bonito. Y es también bello envejecer juntos y verlos crecer; y sentirse arropado siempre por tu gente.

- ¡Pero qué mariconadas dices! No quedamos en que el amor era efímero y problemático. Tener hijos para qué, criar cuervos para que te saquen los ojos. ¿O es que a ti te importa lo que te dicen tus padres? ¿O es que tú no te diriges a ellos nada más que para sacarles dinero?

- Tú y tu mentalidad mal pensada. ¡Qué tío más desconfiado! Cuando hablo con alguien, nada más mirarlo, me dices:”no te fíes de este” (con voz azarosa). No me extraña que así no tengas ni hagas muchos amigos.

- Pocos pero buenos, tanto que nunca fallan. Tú eres tan confiado que luego te la suelen meter doblada. Y después te enfadas y te arrepientes. De todos modos no suelo equivocarme, eh.