jueves, 30 de abril de 2020

El sustrato psicológico de la Biblia

¿Qué tienen en común las historias de la Biblia? El hecho de ser conlleva sufrimiento pero el sufrimiento puede agravarse aún más por nuestra forma de actuar. Por el contrario, si se actúa bien podemos hacer de la vida algo mejor que meramente tolerable.  Podemos hacer buena la propia existencia.

miércoles, 29 de abril de 2020

El fenómeno religioso

Lo tangible sigue unos patrones de conducta. En cuanto que podemos sacar el concepto del comportamiento de forma abstracta sin individualizar el patrón somos capaces de extraer los cimientos de un conocimiento tanto psicológico como real. Precisamente eso es la religión.

En la antigüedad dichas abstracciones se conocían en forma de cuentos, empleando para ello metáforas -serpiente, manzana, luz-.

domingo, 12 de abril de 2020

Sombras en la noche (CLXVIII)

Marlon era un amigote del Mario de las tabernas.

Zambo, era cabo de la Unidad Militar de Emergencias.

El orvallo, la niebla y la obscuridad de la noche teñían de negro a la otrora soleada y alegre capital del reino. Presagio de que la pandemia iba a hacer estragos.

Nueva Numancia, 3 de la mañana. Una señora india movía los dos brazos en señal de socorro. Le indicó que tenía vecinos que no daban signos de de vida.

Marlon entró solo al humilde bloque, bajo y estrecho. Hormigón ligero y ladrillo rojo. El yugo y las flechas en la placa de la puerta. Instituto Nacional de la Vivienda.

Segunda planta, olor a cadáver. En el salón un vómito de sangre.

Lágrimas de plomo y silencio borboteaban de sus ojos.

El Estado había desaparecido. Quizá el viejo era una rémora, un estorbo.

Una muerte postmodernista. Solitaria, umbría, desarraigada del yugo familiar, del hilo de la vida natural y verdadera.

Lo subió al Jeep envuelto en bolsas de basura.

domingo, 5 de abril de 2020

Sombras en la noche (CLXVII)

El palacio se erguía entre el mar y la roca.

Fundado en tosca y rematado delicadamente con unos porxens en la planta superior, su sombra se perdía en la marina.

Se podía oír el rumor de unas niñas jugando sobre la grava de la playa.

Estaba ella sobre un escalón mirando  fijamente el vaivén de las olas.

Tan perdida en los trazos de los azules eternos, su serenidad parecía emanar de la misma idea helenística de la belleza.

Remontando el desnivel y algunos aladiernos, Mario se dirigió a ella. La asió con suavidad firme por la parte occipital donde comienza a brotar el cabello.

Sin mediar palabra, la besó.

sábado, 4 de abril de 2020

Sombras en la noche (CLVI)

Mario se recreaba con la idea del valor. El torero valiente, valiente de verdad, el que va a meter la estocada arriba con el pecho indefectiblemente tenía que morir en la arena. ¡Qué muerte tan heroica y viril máxime en estos tiempos de afeminados postmodernistas! La gloria era eso, ¡qué cojones!


viernes, 3 de abril de 2020

Sombras en la noche (CLV)

Vivir era como torear. Había que hacerlo despacio, con temple, acoplando la acción a los hechos y sobretodo echándole valor.

jueves, 2 de abril de 2020

Sombras en la Noche (CLIV)

 Su inmarcesible cuerpo se doraba en el crepúsculo apoyado en el brocal de la Fontana de Oro.

El agua seguía ondas reflejando la luz y su profundo interior albo.

Mario había sido alguna vez un crápula, sentimental, inseguro y enamoradizo, eso sí. Le pesaba su pasado y buscaba una redención a través del amor puro de aquella hermosa y honrada Venus que se le había aparecido en un soleado día de mayo emergiendo del río Arno en una luz del punto cenital.

miércoles, 1 de abril de 2020

Sombras en la Noche (CLIII)

La noche era cálida y sensual. La terraza, emplazada en la almenada azotea de un histórico edificio mudéjar, ofrecía unas hermosas vistas de siluetas y luces dibujando un hermoso paisaje impresionista de madrugada.

Mario sostenía un vaso de Macallan apoyado en la balaustrada de forja que le guardaba del vacío.

De repente apareció una joven andaluza bien torneada, de tez morena, cabellos largos, abundantes y rizados que rozaban las lumbares.

Miró ella a Mario con una sonrisa pícara mientras le hacía un ademán con el dedo índice invitándole a beberse a sorbos largos sus encantos moriscos.

- La chupa bien esa - le dijo un amigo que se había dado cuenta de la jugada.
- Pero, ... ¿a ti te la ha...?
- A mí y a todo el pueblo.

De forma instantánea y automática, Mario sonrió y le devolvió la mirada pero esta vez con una expresión que era una mezcla de desprecio, condescendencia y repugnancia como si tuviera delante de sí a una pobre meretriz que ha echado su vida a perder. Ni siquiera le dirigió la palabra.

Al cabo de unos 10 minutos, la descarada joven  allí buscaba acaloradamente a Príapo dentro de los tejanos del amigo del amigo de Mario.