miércoles, 1 de abril de 2020

Sombras en la Noche (CLIII)

La noche era cálida y sensual. La terraza, emplazada en la almenada azotea de un histórico edificio mudéjar, ofrecía unas hermosas vistas de siluetas y luces dibujando un hermoso paisaje impresionista de madrugada.

Mario sostenía un vaso de Macallan apoyado en la balaustrada de forja que le guardaba del vacío.

De repente apareció una joven andaluza bien torneada, de tez morena, cabellos largos, abundantes y rizados que rozaban las lumbares.

Miró ella a Mario con una sonrisa pícara mientras le hacía un ademán con el dedo índice invitándole a beberse a sorbos largos sus encantos moriscos.

- La chupa bien esa - le dijo un amigo que se había dado cuenta de la jugada.
- Pero, ... ¿a ti te la ha...?
- A mí y a todo el pueblo.

De forma instantánea y automática, Mario sonrió y le devolvió la mirada pero esta vez con una expresión que era una mezcla de desprecio, condescendencia y repugnancia como si tuviera delante de sí a una pobre meretriz que ha echado su vida a perder. Ni siquiera le dirigió la palabra.

Al cabo de unos 10 minutos, la descarada joven  allí buscaba acaloradamente a Príapo dentro de los tejanos del amigo del amigo de Mario.