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viernes, 25 de diciembre de 2020

Los golpes de Estado de la II República (III): La Revolución de octubre (I)

 

La izquierda –en la que subsumimos a globalistas actuales en todos sus posibles géneros y denominaciones: socialdemócratas, democratacristianos,  liberales, conservadores…- tiene como costumbre inmemorial el no aceptar los resultados democráticos cuando no se ajustan a sus pretensiones.

Azaña había creado una ley electoral que favorecía al partido más votado. Le salió el tiro por la culata.

En noviembre del 33 ganó la Confederación Española de Derechas Autónomas de Gil Robles. Con una diferencia de menos de 250.000 votos, las derechas tenían más del doble de escaños que las izquierdas.

El cobarde de Alcalá-Zamora sucumbió a las presiones de la izquierda y no llamó a Gil Robles a formar gobierno sino al centrista Lerroux.

Empero, el PSOE y los nacionalistas catalanes ya habían decidido conquistar el poder por las armas. Los primeros a por la revolución, los segundos a por la indapandansia.

El 3 de enero del 34, Indalecio Prieto declara al diario el Socialista: "Concordia no, guerra de clases. Concordia sí, pero entre los proletarios de todas las ideas... Pase lo que pasa, ¡Atención al disco rojo!".

En febrero, los anarquistas de la CNT le proponen a la UGT de Largo Caballero una alianza revolucionaria que el Lenin español, que había apoyado a Miguel Primo de Rivera, aceptó.

La prueba definitiva del que el PSOE preparaba una revolución armada, fue la compra por parte de Prieto, Negrín, González Peña y Amador Fernández de un importante alijo de armas descubierto el 9 de septiembre del 34 por la Guardia Civil a bordo del Turquesa. Una parte de las armas había sido ya trasladada a la Diputación provincial –controlada por el PSOE- y se usó en la revolución iniciada un mes más tarde.

La Esquerra Republicana de Catalunya era un partido racista -medían cráneos de catalanes para distinguirlos de los españoles, alentaban a las mujeres a no casarse con castellanos etc.-, cuya ala radical, las Juventudes de Esquerra Republicana de Cataluña plagiaban al fascismo italiano que los protegió y financió: eligieron las camisas verde oliva como uniforme identitario, celebraron desfiles de carácter paramilitar e impulsaron sus propias milicias, los escamots.

Como movimiento burgués, se contraponían a la inmigración castellana que iba a trabajar a las fábricas del cinturón industrial de Barcelona así como al movimiento obrero al que reprimieron brutalmente.

Los jefes de estas juventudes eran, Dencás, Consejero de Gobernación hasta octubre del 34, que apareció tras el fracaso de la revolución en el balcón de Piazza Venezia junto al duce; y los hermanos Badía, uno de los cuales fue responsable de los Mossos de Escuadra, que fueron asesinados, en venganza, por los anarquistas en la Guerra Civil.

Los golpes de Estado de la II República (II): La Sanjurjada

 

La persecución religiosa –quema de edificios, asesinatos de miembros del clero, redacción de la Constitución-, y la reforma militar de Azaña habían generado un magno descontento en el ejército.

El trigger del golpe fue el asesinato y la mutilación salvaje de 4 Guardias Civiles en Castilblanco. Los culpables fueron primero condenados a pena de muerte y posteriormente 6 a cadena perpetua y otros 7 a 20 años de prisión. En el 36, el Frente Popular indultó a todos ellos.

Como consecuencia de ello,  ante otro posible linchamiento motivado por una huelga en la localidad riojana de Arnedo, la Guardia Civil descargó contra la multitud y mató a 6 varones y 5 mujeres. El teniente que dio la orden de disparar fue absuelto de los cargos por homicidio y lesiones que se le imputaron.

Posteriormente, Azaña, destituyó a Sanjurjo, director general de la Guardia Civil y lo nombró director del cuerpo de Carabineros: un cargo de menor importancia.

Se dice habitualmente que Sanjurjo quería acabar con el régimen republicano. Esto es falso. Ni la sanjurjada ni, en principio, el golpe del 36, pretendieron acabar con la República.

Sanjurjo antes de levantarse se reunió tres veces con Alejandro Lerroux a quién quería de presidente del Gobierno.

La ejecución del levantamiento fue chapucera. El golpe triunfó el 10 de agosto en Sevilla pero no así en Madrid. Ninguna otra capital lo siguió.

Azaña que conocía con bastante antelación los planes del general, con la colaboración del jefe de su gabinete militar y del Director General de Seguridad organizó la defensa del Ministerio de la Guerra –actual Cuartel General del Ejército emplazado en Cibeles, Madrid- del que tuvieron que retirarse los sublevados. Otro grupo intentó apoderarse del Palacio de Comunicaciones, pero acabaron siendo hechos prisioneros.

En la tarde del 10 de agosto, una vez conocido el fracaso en la capital del Estado, salieron dos trenes militares a Sevilla y se movilizaron varias escuadrillas de aviación. Varios oficiales afines a Sanjurjo le comunicaron que no combatirían y le recomendaron huir a Portugal.

Sanjurjo fue capturado en Ayamonte, localidad fronteriza con el país luso, junto al general García de la Herrán y el teniente coronel Emilio Esteban Infantes.

Condenado a muerte por un consejo de guerra, la pena le fue conmutada por la de cadena perpetua a fuer de un decreto del presidente de la República, Alcalá- Zamora.

Finalmente Lerroux le amnistió al llegar al poder.