En mi afán faústico-novelero, he hallado un nuevo lugar como lingüista de la mentecatez divina.
Mamma mia, indiquenme como se puede perder el tiempo, ¿cómo puede ser derrochado lo inexorable, lo inevitablemente avantivo, el fugit irreparabile tempus?
Esto representa, la más plena contradicctio in adiecto, aquella que desengrana irreal consigo misma su plena confrontación-sirva de paradigma la primera línea-.
Ahí situamos al arte de perder el tiempo, como una irrealidad, una intención mandataria del emisor de la estúpida frase.
En conclusión, es el tiempo el principal límite a la libertad, deshaciendo cualquier afán faústico-novelero; eso sí, con el tiempo.