No sé cómo nos conocimos.
Sin embargo, habita en mí la más absoluta certeza de que tus ojos azules, inmensos y tenaces como la impetuosidad del mar
y mi mirada negra, penetrante, cálida pero a la vez fría como los silencios de la noche
habrían de encontrarse para siempre alguna vez para compartir mucho más que juegos, palabras, ideas o impresiones.
Ojalá pudiera transmitirte algún día la admiración, la empatía y aunque suene a mariconada, el amor que siento hacia tí.
Y es que en un mundo donde la verdad es demagogia y los favores se prestan en aras de cobrar un lucroso interés; TÚ has sido de los únicos en tener dos cojones y actuar siempre según crees dispuesto a morir por tus ideales.
Eres tan auténtico y verdadero.
Mantengo, y mantendré hasta la hora de mi muerte que tu recuerdo y compañía es una de las primeras razones por las que merece la pena vivir.
Sin más deseos de aburrirte; querría darte un sincero abrazo allá dónde estés con el objeto de que sepas que en mí tienes a un hermano loco para lo que te haga falta.
Gracias