Viendo que aquella con la que le había tocado sentarse no paraba de reírle todas sus gracias aunque no pretendiera hacerlas Mario le contumelió:
- Porque seas una gorda horrible con la cara llena de granos no tienes porqué escucharme atentamente y reírte de todo lo que digo pues nunca podrás ni tan siquiera aspirar a comerme la polla ni en mi momento más desesperado.
- Porque seas una gorda horrible con la cara llena de granos no tienes porqué escucharme atentamente y reírte de todo lo que digo pues nunca podrás ni tan siquiera aspirar a comerme la polla ni en mi momento más desesperado.