viernes, 4 de abril de 2014

Sombras en la noche (CXVII)

Buscaba, esta vez de forma paciente, la inspiración nuestro Mario Danilo en una noche de esas en las que el tiempo pasa muy lento.

Tanto, que hasta la respiración se obstruía, el aire se paralizaba y la conciencia era plena.

Y, ¡paammmmmmm!

Las pupilas se dilataban como si el cerebro se abriera para vertirse, en menos de un minuto el duende había llegado a su cabeza de la que un roñoso bolígrafo no era más que una extensión asida con saña.

Pero, la magia orgásmica de la inspiración había caído demasiado rápido; la propia naturaleza del gozo hace que la conciencia que tenemos de él sea instantánea.


¿Quién demonios va a mirar un maldito reloj mientras se corre?