Fue un 20 de Agosto.
Una enfermera del hospital estaba ya dispuesta a comunicarle al padre de la niña que había nacido 30 minutos ha; la triste noticia de que la hija que esperaban hubo nacido ciega.
Dirijiendose a la sala de espera con gran sentido pesar hacia el padre de la desafortunada niña, la enfermera dijo:
-Sr. Fernández, venga aquí por favor.
Muy cabreado por haber estado 12 horas espectante y con el cincuagésimo séptimo cigarro entre sus manos, Fernández fue hacia la puerta donde se situaba la ATS; esta le comunicó así la noticia:
-Lo sentimos mucho, pero por azarosos caprichos de la vida, su hija ha nacido ciega.
Ni corto ni perezoso aquel señor gritó enroquecido por el tabaco:
-Para lo que hay que ver.