viernes, 20 de marzo de 2020

Sombras en la Noche (CXLVIII)

Mario se miraba la mirada en el espejo como verdugo que mira el cadalso. Se sentía inocente de toda culpa y culpable de toda inocencia.

Un chubasco estrepitoso le azoró. A continuación reflexionó sobre la verdad de su sonrisa. Inseguro de que fuera ella y no otra pensó que ese amor era un juego inapropiado y penoso.

Por mor de no perderse entre cavilaciones espantosas la recogió en su coche poco antes de que el rojo del alba tiñiera el horizonte.

No se atrevió a besarla, lo hizo ella. Ignorante de cuánto acontecía al otro lado de sus labios