lunes, 26 de abril de 2021

Sombras en la Noche (CLXXVI)

Dejó su Pontiac LeMans del 68 en el boulevard. Las palmeras hacían que luz de la tarde se sombreara zebreándose sobre el automóvil.

El almizcle de la daifa interrumpió el capuccino. Rojo el canesú sobre su piel nívea. Rojos eran sus labios, estro partenogénetico de una jarifa que laceraría el corazón de un ente inerte.

Pero Mario había abominado de la vida.

La miró fijamente un instante. Frunciendo el ceño. Y volvió la vista hacia el serpenteo de los dorados hilos de palma al viento.

Sus ojos trocaron en àlveos de un llanto negro que componía un mosaico caóticamente hermoso sobre su faz.

Y se fue. Para siempre.