Volvía tras 3 meses de voyages d´affaires un rico banquero jóven a su casa en la que su cónyuge lo esperaba con ansia.
Nada más arribar en la morada, nuestro protagonista se dispuso a echar la siesta un rato; ya que estaba fatigado; pero antes de eso su mujer le dijo:
-Emilio, cariño; dime algo bonito.
A lo que el empresario respondió, bostezando y con una mirada somnolienta que parecía no veer nada:
- Te quiero más que al amor, pero menos que al dinero.
[...] Toda una declaración de intenciones.