Retornaba un sabio doctor hispalense; conocido en su vecindario por cognoscere asazmente todo aquello circuncidante a las ciencias de la bio y el porvenir cuando una maruja cincuentona y desocupada le cuestionó:
-¿ Augusto, por qué sirven las hormigas ?
A lo que el respondió fijando la mirada senza dubitare con el objeto de que volviera a ser el silencio:
- ¿ Y para qué sirves tú ?