No creo que jamás haya habido un ruido como el del propio silencio que dota en su plenitud nocturna de sentido solemne al propio sonido, que en este caso intenta expresar algo inexpresable, reflexivo e intecionado mientras la ciudad yace en el descanso madrugador, perturbado a posteriori por los odiosos gonces intempestivos de las horas de lumbre.
Disfruten cuando puedan de la quietud del silencio impasible, en soledad o compañía serena, máxime cuando este demande explicar algo que las propias palabras no pueden ni jamás podrán descifrar.
No olviden que la vida no es más que un ruido entre dos silencios; como diría un afamado músico transalpino.