lunes, 9 de septiembre de 2013

Sombras en la noche (CIII)

Amaneció y Mario sentía que sobraba en aquel inempático lugar. Pensaba que la cotidianidad de la vida era no menos que absurda. O al menos en una situación dramática.

La monotonía hacía autómatas. La rutina vaciaba, era la antesala de la muerte. Pero ellos, gregarios, seguían con ella como si nada. Mario quiso creer que no comprendían que el tiempo les hacía polvo y que la rutina no era sino la toma de consciencia de que el tiempo existe e importa.

La huida aparecía entonces como la única opción posible. Huir para encontrar siempre un lugar nuevo. Pero, ¿no era el estar huyendo constantemente una otra rutina?