En sus frecuentes vacaciones estivales por Castilla; un joven inglés culto, elegante y decoroso topaba asiduamente con una quinceañera que al verle, no reponía en gritarle: << ¡ guapo!, ¡guapo! >>.
No obstante, el caballero británico pasaba de largo, indiferente a lo ajeno a su pensamiento.
Sin embargo, una vez respondió a la ragazza:
- Sinceramente, señorita, me gustaría que empleara el antónimo a lo que me piropea.
- ¿ Por qué ?
- Porque tengo la impresión, de que el sexo en el que usted le tocó nacer, dice realmente lo contrario a lo que piensa.