Recuerdo, como cada mañana al salir junto a mí hermano hacia la escuela, había un albañil alcoreño treintañero - su demacrado aspecto no reflejaba su verdadera edad - que cada amanecer nos cantaba:
- Ay niñoh no mi seaih burricoh / qui si n´oh vá a dá la pala y er pico.
- ¡Qué grandes verdades soltaba aquel sabio analfabeto!