miércoles, 31 de agosto de 2011

Sombras en la noche (LXXXVIII)

Así como de la fealdad absoluta de ciertos elementos visuales uno pudiere escapar simplemente cerrando los ojos, no había manera alguna de huir de aquellos ruidos espantosos. Ni de aquella deliciosa música cuya melodía y ritmo eternizaban en el terrible rincón de los recuerdos.