A él siempre le pareció, o al menos tuvo la impresión de que los hombres (y mujeres) soberbios y tendentes a demostrar(se) que eran mejores en cuanto hacían poseían en el fondo una inseguridad pusilánime que contrastaba fuertemente con la magnanimidad superior que pretendían demostrar. Tales eran los nociones de psicología autodidacta en las que acaso algún avezado experto hubiera reparado previamente.