Sin duda, nos casaríamos con alguien de nuestra misma posición social al que conoceríamos en la Uni o tal vez en una discoteca pija y elitista del centro de acceso restringido a clases más bajas. Nos casaríamos siguiendo el ritual tradicional eclesiástico-católico a pesar de que ninguno de los dos tuviéramos convicción religiosa alguna e iríamos de luna de miel a algún destino exótico (tal como Thailandia o Nueva Zelanda, países cuya cultura no comprenderíamos y en los que por no conocer allí a nadie empezaríamos a hartarnos y aburrirnos de nosotros entre polvo y polvo, entre noche y noche) tendríamos hijos que seguirían nuestros pasos en colegios –otra vez católicos- de pago y que serían criados por chachas ecuatorianas, bolivianas, rumanas o bielorrusas porque no tendríamos tiempo para ellos tan sólo para conseguir dinero, boato y prestigio social.