lunes, 18 de julio de 2011

Sombras en la noche (LXXIII)


Pero, ¿por qué había de morirme?, ¿por qué no viviría para siempre? Posiblemente, ser eterno fuera una desgracia. Imaginen a un tipo con las enfermedades propias de los años cumpliendo quinientas primaveras. Sería asqueroso, pasaría la mayor parte de su vida inmóvil y teniendo que ser asistido hasta para respirar. Y lo peor es que el problema jamás tendría fin.
                                     
-          Che, yo me refiero a una eternidad amable. Hasta el punto de ser siempre joven, por dentro y por fuera. De que el tiempo solamente transcurriera en el exterior.
-          Sabes bien que eso es una quimera.
-          Como casi todo lo bueno.
-          Pero aquí estamos para expresar lo que vivimos. Es decir, las realidades.
-          ¿Por qué? No vengas a joderme. Prefiero mis fantasías. Es más, la fantasía es una parte de la realidad.
-          Una parte falsa e imaginaria.
-          Si, pero una parte perfecta. Un mundo hecho a la medida de tu voluntad. A la forma de tu deseo.
-          Estás hablando de un opio del pueblo –empleando la metáfora marxista- que te impide ver aquello que es real.