jueves, 14 de julio de 2011

Sombras en la noche (LXXII)


En esos soleadísimos días, ella se enojó conmigo porque pasaba más que nunca y sobre lo habitual y permisible de ella. Y lo demostró pagando con la misma moneda, con la cara de la indiferencia. Mas en el fondo sabía que yo era irrepetible, singularísimo, original, un tipo de loco que se extinguiría al morirme.