Que se rompa en mil pedazos la Giralda de Sevilla,
que se sequen los ríos, que se extinga la vida,
que se mueran los árboles, que se hielen los mares,
que se acaben los peces y que el Sol se apague,
que la Tierra entera arda, con fuego enfurecido,
que tormentas iracundas nos deleguen al olvido,
que deje de llover y nos muramos de sed,
que el cielo se nos caiga encima y nos aplaste de una vez,
si alguien tiene aún agallas suficientes,
de volver a repetirme una mentira de semejante calibre,
mirándome a los ojos y rezando porque yo no me de cuenta
y sabiendo que eso es imposible.