- Ché, pero para volverse loco es necesario estar cabal previamente.
Confieso yo, que me proclamo autosuficiente, que digo que no me volvería loco aislado en una isla (qué redundancia más redundada de mar) desierta sin compañías, que en cierta medida (muletilla que modera la verdad) le necesitaba como camarada; como amigo de veras cuya amistad estaba por encima de las circunstancias, de las eventualidades, de los giros inesperados e imprevisibles del destino. Él sabía, yo sabía –misma desinencia, distintas personas del singular; del single, del solitario- nosotros sabíamos que si se presentaba la ocasión nos partiríamos cuerpo, cara y alma por el orgullo de nuestro mejor amigo recíproco y a la vez reflexivo.
- ¿Por qué te expresas de un modo tan complicado, tan ininteligible?
- No lo sé (silencio prorrogado). ¿Es que no alcanzas a comprenderlo? (con mirada arrogante)
- Eso no lo entiendes ni tú.