(Rompiendo con la temática) Una tarde negra de finales noviembre, fundé el Club de los Corazones Solitarios en un local abandonado próximo al río el cual acondicioné con la ayuda de la madre de mi amigo.
Pronto comenzaron a acudir tipos raros y otros no tanto movidos por la curiosidad. Técnicamente y de acuerdo a la lógica y el sentido común que en ocasiones deja de regir la vida –por fortuna-; era absurdo crear una compañía de íngrimos tal y como hubiese sido crear una clínica abortiva exclusiva para hombres.