domingo, 5 de junio de 2011

Sombras en la noche (LXII)


La primera presencia reseñable fue la de un joven granadino muy blanco de piel y casi autista hasta el punto de no hablar con nadie (aún cuando se le preguntaba) ni mirar jamás a los ojos de ninguno. Él se limitaba a sacar su cuaderno y unos apuntes realizando especulaciones y problemas matemáticos inútiles. De vez en cuando, miraba con pudor, embozo y secretismo a los pocos que habitábamos la sala. Juraría que desearía superar su timidez apabullante y establecer contacto con el resto; mas no podía. Luego, se marchaba aburrido a casa en la que tenía el arropamiento obsesivo de su madre habiendo fracasado en su propósito, otra vez.