lunes, 27 de junio de 2011

Sombras en la noche (LXVII)


Entonces, consciente de la inutilidad de las palabras, Vladimir calló y prosiguió pajeándose y tomando nota como si yo no existiera; ignorándome a la usanza del gran fingidor que se autoengaña simulando no conceder un ápice de importancia a lo único que le interesa en ese momento. Razic era definitivamente, todo un artista.