martes, 21 de septiembre de 2010

Sombras en la noche (III)

III



En cambio, ella era diferente, si yo era cerrado ya antisocial; ella era una mujer abierta con capacidad de establecer relaciones humanas con quien quisiera. Simplemente, no tenía vergüenza en mostrarse tal y como era –cosa que a mí me causaba profundos estragos-. “Muestra lo que tienes en tu mente de una vez” me decía con una mirada, de pensamiento a pensamiento. Telepatía pura.



- Bésame la boca; a ver si siento algo.



Me besó, no sentí nada más que algo asqueroso, un extraño cuerpo húmedo y pegajoso que chocaba con su semejante, me hacia cosquillas en el paladar y me quitaba el sarro y los restos de papa frita escondidos entre las muelas que hube ingerido antes.