sábado, 26 de febrero de 2011

Sombras en la noche (XXXII)



Resultaba ahora que el universo, la totalidad total; el todo radicaba en la mente humana, ese instrumento poderosísimo que hacía y deshacía vidas por medio de una voluntad esotérica, un Dios maquiavélico que disponía y administraba concediéndonos una libertad limitada dentro de nuestras barreras que no eran otra cosa que el conjunto de nuestras incapacidades. Entonces ese Demiurgo aburrido, inventó un juego reglado en el cual el humano ostenta el papel de jugador máximo, de súmmum evolutivo. Ahora resultaba que ese ser supremo y todopoderoso, hubo concedido a los adanes que poblamos este planeta ciertas cualidades mínimas que el poseía mas no la inmortalidad, la absoluta transcendencia contingente, ni la facultad de crear partiendo de la nada. De todos modos, ¿qué es la nada?

-          No creo que nadie sepa lo qué es la nada porque la nada no es; y como somos y percibimos lo que es, no conocemos la nada, es decir, lo desconocido que no es.
-          ¿Y que pensás de lo del Dios creador que dispone y ordena dando al homo un margen de libertad?
-          Que es una invención no sé si tuya carente de evidencia e indemostrable. Es un apriorismo que a ver si aciertas. Pero no está mal pensada ni adolece de talento e imaginación.
-          (Contradiciéndose por nonagésimo nona vez). La nada es lo que fuimos y lo que seremos. Nada se opone a existencia, a vida. La nada es lo que somos mientras no vivimos.