Yo había pasado de ser niño raro a desarreglado mental, a demente, a suicida. Buscaba retornar al agua y sumergirme en ella esperando hallar algo parecido a la muerte, a otra vida. A una vivencia estelada a lo largo de la inmensidad del universo. Mas no era posible. Era sumamente inútil intentar trasladar mis pensamientos, formas y profundidades; continentes y contenidos hacia los demás. Incluso a los más cercanos. Ellos jamás reaccionarían de la manera que yo reaccionaba ante tales estímulos. La pesquisa con el objeto de encontrar alguien igual que yo se desvanecía. ¡Pero qué carajo, a mí también me gustaba ser único e irrepetible!