domingo, 28 de septiembre de 2008

Un cura renegado

Subía yo, plácidamente; al todavía frío alba primaveral por la calle Recogidas de Granada-me alojaba en una bocacalle de esta-junto a un vocacional sacerdote treintañero con el que chiachierava sin parar sobre la huella islámica en al Al-Andalus, cuando de repente, una escuálida y senil vieja en torno a la noventena, abordó al joven pater(arcaismo utilizado aún en aquellas tierras)balbuceando enroquecida con llanto:

-Pater,pater; perdoneme la misericordia divina porque ya no voy a misa; como usted ve mis piernas no me dejan ir a ninguna parte, y los bellacos de mis hijos no acuden jamás a ver a esta pobre anciana.

-El novel vicario respondió:-No se preocupe usted señora; quien posee a Dios en su corazón no necesita ir a lugar alguno a verlo.