sábado, 19 de diciembre de 2020

Aurea aetas (I)

El que escribe estas líneas lo hace desde el convencimiento de que el mejor gobierno es aquel que menos molesta. 

A las personas en general nos interesa ganar dinero. El máximo posible. Y que nos dejen gastárnoslo como queramos. 

El franquismo ha sido vilipendiado por muchos. Pero sin duda ha sido la edad de oro española. Nunca en la historia reciente han existido tantas facilidades para ganar dinero y vivir tranquilo y bien.

Sobre todo a partir de los 60 como luego veremos.

Tras el Plan de Estabilización -del que hablaremos en la segunda edición de este artículo-, en el plano macro:

-El país creció a un ritmo del 8,7% anual, solo superado por Japón en esos años.
-La productividad lo hizo al 9%.
-La producción de energía eléctrica se multiplicó por dos, la de acero por dos y medio y la de automóviles por cuatro.
-Los ingresos por divisas pasaron de 296 a 1.104 millones de dólares; la balanza de pagos registró un inédito superávit en 1961, y las reservas del Banco de España, que en 1958 ascendían a 57 millones de dólares, se dispararon hasta los 1.500 millones seis años después.
-Los salarios crecieron a un ritmo del 10% anual  y la inflación se mantuvo entre el 5 y el 9%.

En el micro, como señala Eslava Galán,  “la cochambrosa sala de estar se transformó en living, a las incómodas sillas de enea sucedió el tresillo de cretona estampada mixto de skay verde con tachuelas blancas; el brasero dio paso a la estufa de gas butano; el anafe de soplillo, a la cocinita de petróleo; el disco de baquelita, al microsurco; los calzoncillos hasta las rodillas, al braslip; la mastodóntica motocicleta Ossa, a la grácil Vespa; el carricoche de tracción animal, al motocarro. Llegaron las ollas a presión, los cacharros de aluminio y acero inoxidable, los fregaderos de marmolina, las medias de nailon, el tergal inarrugable, las lavadoras automáticas, el colchón de muelles, las cafeterías con camareras, el plexiglás, los pisitos a plazos, los bolígrafos...”.